Madre

 

Madre, eres un poema que nunca podré construir,

pues fuiste perfecta para mi corazón.

Que a través de los años no te siente muerta

y porque fuiste inspiración de inspiraciones

en el presente vives más que nunca en mi.

Mis manos sienten tus besos que de niño

les brindaste, como cuando niño.

Mis oídos las palabras de amor y ternura

que siempre utilizaste, mis ojos ven tus ojos

cuando quieren verte y cuando triste

la frente siente la bendición que siempre

acompañaste con un "alma mía de mi hijo".

Que ya va sin cruz, pero la escucho

siempre que necesito salir de la soledad

que me acompaña a veces.

Hace ya muchos años que mis hermanos y yo,

abrimos la fosa de mi padre y a su lado

en el lugar que siempre acariciaste, te quedaste.

El contento a tu lado te besó la frente.

Pero Tú y Él nunca me han dejado,

los llevó aquí en mí, en mi mente,

y cuando murmuran de repente

en el sueño eterno de la muerte, también escucho,

como cuando niños, a todos divertían,

historias platicando y sonrío como antaño

y mis labios mandan besos a su espíritu

sublimado en uno aquí en mi pecho,

aquí en mi espíritu, ¡qué es su propio pecho,

su propio espíritu!

Mis hijos y mis nietos reciben sus abrazos

cuando los abrazo y sus besos cuando los beso

porque mis brazos y mis labios

son sus labios y sus brazos.

Y si confusos los aconsejo y si tristes

los consuelo, mis consejos y consuelos

son los mismos que en mi corazón dejaron,

porque no han cambiado y siempre serán

los mismos que a mí me consolaron.